Marla, la mujer que super la enfermedad haciendo fisicoculturismo

900 Vistas Depresin, anorexia, crisis de pnico, desmayos en la calle, agorafobia, convulsiones. Un hermano de 20 aos asesinado a la salida de una discoteca para quitarle el celular y la cartera. Cuarentena, sesiones de hipnosis, terapia de grupo, combo de pastillas para llegar al prximo da.

900 Vistas

Depresión, anorexia, crisis de pánico, desmayos en la calle, agorafobia, convulsiones. Un hermano de 20 años asesinado a la salida de una discoteca para quitarle el celular y la cartera. Cuarentena, sesiones de hipnosis, terapia de grupo, combo de pastillas para llegar al próximo día.

Este es el guion de los últimos 3 años de Marla Cuenca Paz, una holguinera de 30 años que después de estar a varios bordes de la vida, se erigió como campeona del «Evento de Fisicoculturismo Femenino en la categoría “Bikini”», realizado a mediados de diciembre de 2021 en La Habana. «Bikini» es el evento para mujeres donde se pone énfasis en la definición de los músculos, no en el tamaño.

Para Marla, fue un día muy tenso el de la competencia. Justo se cumplía un aniversario del asesinato de su hermano.

Hace aproximadamente 3 años Marla se mudó con su familia para La Habana. Compraron una casa en Centro Habana, pero ella no se adaptó.

«El comienzo en la capital fue muy difícil. A mi padre no le daban traslado para acá. Mi madre y yo éramos los pilares de la casa, solas en la gran ciudad. Mis 2 hermanos, que ahora viven en la parte baja de la casa se enfermaron de padecimientos crónicos y yo no quería volver a perder otro familiar. Todo fue una cosa detrás de la otra», cuenta.

«Me enfermé de los nervios y caí en la anorexia», dice Marla en su pequeño apartamento en Oquendo entre Santo Tomás y Clavel. «Pensé que el cambio de ciudad no me había asentado bien. La capital es muy convulsa y decidí regresarme a Holguín».

A Marla todo le vino encima: «Comencé a desarrollar un síndrome ansioso depresivo con crisis de pánico. Le tenía miedo a todo, incluso a comer. Me parecía que iba a ahogarme con mi propia saliva. Comía una vez en el día. Todo en forma de batido. Cuando regresé a Holguín, pesaba unas 80 libras».

La última vez que llegó a un peso de 110 libras fue con 15 años. Era una adolescente completamente  feliz y sin ninguna preocupación.

«A los 18 tuve una enfermedad en los riñones. Se me alojaron dos bacterias y estuve grave. Eso me hizo bajar mucho de peso: de 100 a noventa y pico. Estuve pesando un promedio de 95 libras por muchísimo tiempo. Incluso tuve una ptosis renal (riñón flotante, padecimiento que afecta al 20 por ciento de mujeres delgadas 2 por ciento de hombres)», relata.

«Aquí en La Habana no hice vida social. Mi esposo es canadiense y trabaja allá. Para esa misma fecha fue el accidente de avión entre La Habana y Holguín y perdí mucha gente conocida (18 de mayo de 2018). Mi esposo venía dos días después y yo no quería que viajara. La Habana no la viví, no la conocí. Mi vida se resumió en dormir, dormir, dormir. Los psiquiatras me daban pastillas para que estuviera así todo el tiempo».

Marla tuvo convulsiones una vez y hubo que trasladarla al hospital Calixto García. Todo se complicó mucho para ella.

«Estuve mucho tiempo en cama. Perdí masa muscular, tenía la llamada hipotensión ortostática o postural. O sea, de tanto tiempo en esas posiciones, me mareaba al levantarme y perdía el conocimiento», dice.

«Los últimos meses que estuve en La Habana, antes de mi regreso a Holguín, fueron los más críticos a nivel físico y emocional. Me paraba frente al espejo y mis rótulas eran más grandes que mis piernas. Nadie se atrevió a tirarme fotos en aquel tiempo. Se me caía la ropa interior»

De nuevo en Holguín

«Allá comencé a asistir a un buen psiquiatra, el doctor Rubén Reinaldo Hernández. Tiene hasta su propio programa en la radio. Me hizo tres sicométricos porque llegué diciéndole que estaba loca».

Marla le pidió al doctor que la ingresara en el Instituto Técnico de Holguín (ITH). «“No, no es posible, me decía él: un loco no sabe que lo está”». Pasadas unas semanas, Marla decidió hablar con su doctor y pedirle entonces asistir al «Hospital de Día».

Se trata de un centro de salud mental que no contempla el internamiento. Ahí les enseñan, a las personas ansiosas o depresivas, herramientas para convivir con sus problemas y salir adelante.

«El doctor comenzó a hacerme terapias de hipnosis. Descubrí muchas cosas, como por ejemplo, el tercer ojo. Hay personas que lo tienen más desarrollados que otras. Yo lo tenía desarrollado porque cuando iba a la hipnosis captaba todas las energías en el lóbulo frontal. Fue un proceso de aprendizaje. Ante situaciones como estas uno es quien decide si termina de hundirse o sale a flote. Las ayudas no bastan, la magia no existe», recuerda Marla.

Estuvo 2 años y medio en Holguín antes de regresar a La Habana.

«¿Qué hace ella aquí?»

«El deporte nunca tuvo nada que ver conmigo. Yo estaba encamada todo el tiempo. Tenía que ir al hospital de día y por eso comencé a moverme. ¡Me pasé un año entero acostada! Trataba de subir los brazos y no podía, se me caían. Cuando comencé a sentirme más fuerte, atravesaba la ciudad completa para vencer ese miedo».

Un día posteó una foto suya en su muro de Facebook con una pregunta: ¿Qué ejercicios aeróbicos debo hacer en la casa para ganar masa muscular?

Comenzó a recibir todo tipo de consejos.

«Un muchacho, profesor de natación y clavado allá en Holguín me escribió y me dijo que hiciera una serie de ejercicios. Comencé a hacer calentamientos, los que les mandan a los niños en la educación física y me resultaban muy pesados. Como a la semana, ya me sentía mejor. Ya no estaba adolorida, fatigada. El estado de ánimo cambió», cuenta.

Marla empezó a incrementar peso con pomos pequeños de agua y a hacer un poco de ejercicios para brazo.

«Luego cogí los trapeadores y le colgaba a las esquinas los pomos grandes de 5 litros llenos de agua para hacer sentadillas. Cuando aprendí a dominar el peso de mi cuerpo, me fui para un gimnasio. Solo iba una mujer que quería ser “powerlifting”. Era muy rústico, de tierra, sin techo. Los muchachos me miraban con una cara como diciendo: “¿Qué hace ella aquí?”»

Luego de los primeros meses y la disciplina de Marla, todos aquellos hombres se hicieron sus amigos.

«Ellos pensaban que a los tres días no iría más. A los 2 meses dejé de asistir al Hospital de Día para dedicarme por completo al gimnasio, a mi dieta, mi descanso. A los 7 meses, a pesar de estar mal entrenada, tenía vencido otros tantos miedos», dice con orgullo.

«Empecé a comer más porque me obligaba, pero el apetito llegó solo. Desayunaba, almorzaba y cenaba. Estuve en dos gimnasios en Holguín. No recuero si llegué al año entrenando, creo que no, porque estuve interrupta por la primera ola de la Covid-19. Los gimnasios cerraron. Continué en mi casa con un poquito más de conocimiento. Ya sabía cómo hacer ciertas cosas».

«Fitness de Cuba» es un grupo de Facebook donde miles de personas intercambian consejos, ideas, fotos y videos de  sus rutinas de ejercicios físicos. A ese grupo se unió Marla y publicó sus fotos con los pomos de arena y algunos hierros que sacó de un garaje abandonado.

«Roberto Figueredo, ex expresidente de la ACF (Asociación Cubana de Fisicoculturismo), fundada en 1987, vio mi publicación. Yo pesaba unas 90 libras. Me escribió, me aconsejó y me pidió que me uniera a un grupo de WhatsApp que es de estudio del Fisicoculturismo, de la cultura física, de dietas».

El fisicoculturismo en Cuba

Uno de los fisicoculturistas más grandes de toda la historia fue el cubano Sergio Oliva. Miembro del equipo nacional de Halterofilia, escapó durante la celebración de los juegos Centroamericanos y del Caribe, Jamaica 1962. En 1967, 1968 y 1969 conquistó el Míster Olympia, certamen mundial más grande de la disciplina. El segundo lugar lo obtuvo un señor llamado Arnold Schwarzenegger.

Los fisicoculturistas cubanos llevan décadas intentando que el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) los reconozca como deportistas y al desarrollo de la hipertrofia muscular, un deporte. Durante muchos años los argumentos del Instituto para no hacer de la Federación una entidad legal se basaban en que no era rentable a nivel de presupuesto apostar por un deporte que no iba a ser parte del circuito competitivo cubano.

Actualmente el Inder, aunque no prohíbe los campeonatos de diferentes categorías, sí ha limitado el desarrollo de estos en varias provincias. No Obstante, según afirma Figueredo: «A nivel continental sí se realizan olimpiadas y creo que ahora Cuba ve viable el fisicoculturismo. Asumo que cuando se establezca como deporte, esté bajo la tutela del equipo nacional de levantamiento de pesas»

Según Marla, en Cuba no hay todavía una verdadera cultura del ejercicio físico en las redes sociales. «Cuando posteo mis fotos sacando algún músculo, sacando espalda, un bíceps, siempre hay alguien,  hombres, que me escriben preguntándome si soy transexual».

Vocación de Fénix

«El gimnasio queda en el reparto Aldabó, municipio Boyeros. Ahí comencé en mayo de 2021. Seguía con debilidad muscular y realmente yo no sabía lo que era un gimnasio real, ni entrenar, ni un buen entrenador, hasta que él se cruzó en mi camino».

El profesor Ricardo Figueredo creyó que Marla podía ser una «bikini» y se enfocó en lograrlo.

«Fui desarrollando hombros y tríceps a una velocidad increíble. A él le llamó mucho la atención la forma de mis dorsales, más aun cuando me dijo que desde hacía mucho tiempo no veía a una mujer que tuviera mi definición muscular».

Marla no usa ningún esteroide o sustancia ilegal que le permita desarrollar a mayor velocidad sus músculos, solo suplementos nutritivos.

Entre un tiempo y otro, ella pasa un curso básico de cultura física, lo que le permite comprender mejor su cuerpo y el límite exacto hasta dónde puede llevarlo.

Una de las cuestiones principales para un fisicoculturista es el descanso y una rigurosa dieta. La situación actual de Cuba complica la dieta, pero Marla va resolviéndolo. 

Su rutina empieza desde que el entrenador la recoge en su auto. El gimnasio es un templo para ella. Saluda, da una vuelta en redondo mirando los cerca de 40 aparatos de siempre. Conecta su teléfono celular a un equipo de música y se aísla de todos, la mayoría hombres.

«Pongo lo mismo reggaetón, que Chris Brown o Rihanna. A los muchachos no les molesta».

En el gimnasio solo existen su entrenador y ella.

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